29.5.09

Informe sobre un viaje de trabajo (Navidad 2003) José A. Bejarano

1 PRÓLOGO En 2003 fui enviado por la compañía Química Industrial Andaluza (QIA) www.qia.es –donde desempeño mi trabajo como analista de laboratorio–, para la puesta en marcha de una planta de cloro. Partí a mediados de diciembre, en principio para permanecer no más de diez días, pero como no podía ser de otra manera, y conociendo cómo funciona este asunto, permanecí hasta principio de enero de 2004. Lo que voy a relatar pertenece al Informe sobre la puesta en marcha de planta de cloro en China (determinación analítica de cloro líquido) que tuve que presentar a mi regreso, dado que la labor a desarrollar era de gran importancia. De la noche a la mañana me encontré como único “representante” de mi empresa, destinado a Zigong, en la provincia de Sichuan, en la República Popular China, para la Hongze Chemical Inc. www.hhcw.cn, un gigantesco holding industrial que nos había adquirido la patente de electrolisis de cloro. Antes de continuar la narración he de decir que cuando me encomendaron este trabajo supuso para mí una gran alegría, pues después de treinta años prestando servicios en QIA, al fin se habían “dado cuenta” de mi valía. Pero también me sentí abrumado por la responsabilidad que tenía ante mí como realizar uno de los análisis más laboriosos, complicados y peligrosos por medio de unos conocimientos que yo poseía en exclusiva: manejar y tratar casi con familiaridad uno de los elementos más peligrosos, a la vez que más útil para el ser humano que existen en el Sistema Periódico de los Elementos, el cloro, del que, en estado líquido, me había convertido en un auténtico experto avalado por UNChlorWorld1. Envié a mi regreso esta narración, a modo de relato por correo electrónico, a mis superiores que me encomendaron la misión: De: José Antonio Bejarano Mártil bj@hhcw.cn Para: Director de QIA-Huelva dfh@qia.es (*) archivo adjunto CC: dma@qia.es Directivo de medio ambiente CCO: elc@qia.es Encargado laboratorio de calidad Fecha: 5 enero 2004 Asunto: INFORME SOBRE LA PUESTA EN MARCHA DE PLANTA DE CLORO. DETERMINACIÓN ANALÍTICA DE CLORO LÍQUIDO TEXTO DEL MENSAJE: Partí el 14 de diciembre de 2003. Fue un largísimo viaje en Iberia que se me hizo eterno a pesar de la emoción, haciendo escala en Londres y en Pekín-Beijing. Durante el vuelo fui consciente de mi viaje, con todos sus misterios, sus luces y sus sombras. Y por supuesto, pensaba mientras atravesaba los cielos de medio mundo, esperaba aprovecharlo. En la capital china tomé un vuelo doméstico con destino a Chengdushuang Liu, en la provincia de Sichuan2, donde me esperaban para llevarme a mi destino, Zigong, siendo alojado en el espléndido hotel Shawan3. Al asumir la responsabilidad de realizar este cometido en la nueva planta de cloro implicaba la otra parte del encargo: viajar a la histórica, legendaria, misteriosa y milenaria China, algo que de otra manera no hubiera realizado como era adentrarme en una de las regiones remotas del interior del continente amarillo. Zigong resultó ser una inmensa ciudad, algo destartalada, y bastante contaminada debido a la gran cantidad de chimeneas industriales que cubrían el horizonte, cuajada de rascacielos en construcción. El tráfico, cuando llegué, era fluido a diferencia de la idea que yo tenía pensando en el tráfico de bicicletas: para nada. Coches y más coches. A la mañana siguiente, uno de ellos pasó a recogerme, conducido por un joven que me extendió una tarjeta donde lucía mi nombre, eso fue al menos lo que me aseguró, y el de la compañía. El conductor, que luego resultó ser mi compañero de trabajo, el alumno al que trasmití mis conocimientos, el traductor y guía era, para qué vamos a andar con rodeos, como todos los chinos que yo conocía hasta entonces, bastante parecido a uno de los camareros del restaurante Gran Muralla de la esquina de mi calle en Huelva: repeinado, el pelo negro azabache, una tupida y envidiada cabellera, y la sonrisa permanentemente esbozada, de edad indefinida, aunque siempre por debajo de la treintena. Se presentó como Wang Hao, y ante mis primeras dudas me enseñó cómo utilizar los nombres en chino: su apellido era Wang y su nombre de pila Hao. Así que debía llamarle Wang Hao (pronunciado “Uanjao”) por lo que me llamó Bejarano Jose desde el primer momento y no consintió en llamarme por mi nombre de pila como le solicité. Atravesamos Zigong. Las calles donde pensé que me encontraría masas de trabajadores camino de las fábricas vestidos estilo Mao, pero qué va... ejecutivos, chavalitas minifalderas con mochilitas de diseño a la espalda, ancianos (alguna anticuada gorrilla sí que algunos llevaban), amas de casa cargadas con voluminosas bolsas de compra y muchos, muchos niños de uniforme camino de sus centros escolares. Salimos de Zigong y nos dirigimos a la dirección que con tanto celo yo había memorizado durante meses: Hongze Chemical Inc. Development Division, 43 Honghe Road, Zigong City, Sichuan, China. 1 Organismo supranacional de productores y usuarios del cloro. 2 Sichuan. Su capital es Chengdu; otras ciudades destacadas son Zigong (también conocida como Tzu-kung), Kangding y Litang. Tiene una extensión de 488.000 kilómetros cuadrados y un población de 83 millones de habitantes (en 2003). Es la tercera provincia más poblada de todo el país. Limita al oeste con la Región Autónoma del Tíbet. 3 Algún día contaré cuando me fui a afeitar y vi, que al enchufarla, mi ultramoderna maquinilla de afeitar era lo más inútil del mundo. Informe sobre un viaje de trabajo (en Navidad 03) José A. Bejarano 2 Por fin me encontré con la macro fábrica, a las orillas de un río muy caudaloso del que no recuerdo el nombre, que bajaba de las montañas que se divisaban en el horizonte. Estaba bastante nervioso y fue cuando realmente comencé a vivir la verdadera China: la tradicional, que quedaba a la puerta y comenzaba la moderna, actual, tecnológica, olímpica. Me recibió a la puerta de la factoría quien me imagine sería el director, un atentísimo señor impecablemente vestido, con unas gafas de carey pasadas de moda y que me repitió varias veces una frase que imaginé de cortesía. A mi lado, Uanjao haciendo de intérprete del chino mandarín al ingles. En aquel momento fue cuando me di cuenta de la gran importancia que tiene saber idiomas, y también de que mi inglés me fue suficiente, aunque en teoría mi misión no era hablar o escribir sino realizar un laborioso y peligroso análisis de cloro líquido. Me llevaron a un gran salón de actos donde me explicaron exhaustivamente todo lo relacionado con el holding industrial. Pensé que debía cambiar el chip inmediatamente: en esos momentos se puede decir que dejé de ser un simple analista de laboratorio para pasar a representar con todas las consecuencias a mi empresa – QIA–, y que los pajaritos que habían anidado en mi imaginación sobre la China milenaria, la Ruta de la seda y la Dinastía Ming, así como 55 días en Pekín y otras divagaciones de mentes calenturientas como la mía los debería dejar a la puerta y ponerme la bata, en sus sentidos tanto figurado como literal. Los laboratorios me dejaron estupefacto. Instalaciones de estilo futurista y de una limpieza absoluta donde pululaban muchos analistas, de ambos sexos fue donde me reservaron una aséptica vitrina de gases, y me asignaron oficialmente a Uanjao como ayudante analista. La verdad es que me resultó de gran apoyo, pues aparte de su perfecto conocimiento del inglés, también conocía un poco de español, pues había estudiado química en Cuba. Y fui consciente del total desconocimiento que yo poseía de aquel país. Bien pronto aprendería algo, en parte gracias a él. Cuando desembalé todo el instrumental que llevaba, mi colega se quedó alucinado, y yo, para qué decirlo, me sentí orgulloso y comencé a sentirme importante en aquel ambiente extraño en el que todos me miraban esperando algo novedoso de mí. Los matraces y colectores para recoger el cloro fueron objeto de un atento estudio por parte de Uanjao, en el que creí percibir un cierto grado de desconfianza, así como por parte de los otros técnicos del laboratorio. Desde el primer día me dediqué, olvidándome de todo, en poner toda mi atención para cuando tuviese “en mis manos” aquel gas en forma líquida por el que todos permanecían expectantes deseando conocer su composición. Uanjao, mi sombra, tomaba notas sin cesar. El primer día dejé organizada la vitrina para comenzar el análisis y al día siguiente proceder a tomar la muestra. Durante mis horas de descanso nocturno, tropecé con el primer problema: hablar por el móvil con Carmen, mi mujer. No me iba a resultar tan fácil hasta que mi acompañante (se alojó conmigo en el hotel) me recomendó comprar una tarjeta SIM de Shenzhouxing de 100 yuanes4 renminbi. El miércoles, 17 de diciembre de 2003, a primeras horas de la mañana supervisé la primera toma de muestra de cloro, y cuando tenía el baño de mezcla frigorífica a –55ºC y abrí la válvula del cilindro de acero que había llevado desde Huelva, aquel gas amarillo verdoso, fundamental como materia prima para tantos productos, pero al mismo tiempo destructor de bacterias que hace que el agua se pueda beber con tranquilidad. Cuando aquel elemento comenzó a fluir goteando, atrapado en la ampolla de vidrio reforzado, tras de mí sonó una tímida ovación: el gerente de la compañía, el técnico jefe del laboratorio y Uanjao aplaudieron aquel pequeño acontecimiento histórico: era la primera vez que veían cloro en su estado elemental. Mi colega me hizo una leve reverencia con la cabeza, y entonces me pareció que repentina y definitivamente había caído de su rostro la máscara de la desconfianza. Sonriente, pero en tono ceremonial, en presencia de los directivos, me dijo: –Si eres capaz de dominar ese elemento, Mr. Bejarano, eres capaz de dominar cualquier sentimiento. Desde este momento tengo el honor de pedirte que te dirijas a mí como Hao, pues estás trasmitiendo con sabiduría de maestro lo que ha de ser desde ahora responsabilidad mía. –Te lo agradezco, Uanjao. También puedes llamarme por mi nombre de pila: José Antonio. Entonces me di cuenta de que mi compañero se había convertido en mi amigo. Ni que decir tiene que durante los días que duró aquel análisis, en los tiempos libres mientras el cloro se evaporaba y borboteaba a través de los reactivos, me contó muchas cosas sobre su país, un país inmenso del que él mismo desconocía aún muchas cosas por el hermetismo que habían padecido durante los años de la Gran Marcha, la Revolución Cultural y el definitivo Gran Salto Adelante para el que aún estaban tomando impulso. El 24 de diciembre, miércoles, di por concluido el trabajo. Estaba muy satisfecho de mí mismo, pues no quería cometer ningún error de analítica, como que se hubiera producido algún incidente, alguna rotura o fuga, o algún defecto en la toma de muestra o en el mismo desarrollo de la técnica, pues era bien sabido que si me encontraba allí era por haber sido el encargado de desarrollar la técnica, única en el mundo, de manipulación de gas cloro licuado.5 En la comida recordé que estábamos en plenas navidades, en parte absorbido por el trabajo y la angustia de hacerlo bien, pero también por el lugar y a que no había logrado entrar en contacto con mi mujer. A pesar de que me había recordado la última vez que hablé con ella de que era Navidad, en occidente, en Europa, en Huelva, en mi casa. Y por primera vez desde que salí una semana antes, de que la fiesta de la que nunca 4 10 yuanes –los chinos lo denominan kuai– equivalen a 1euro 5 Pido perdón por la insistencia en el cloro, pero una simple fuga de la instalación montada por mí, hubiera supuesto el desalojo inmediato. Informe sobre un viaje de trabajo (en Navidad 03) José A. Bejarano 3 había sido demasiado partidario, me resultaba, por unos momentos, primordial. Cuando algo falta, se echa de menos y eso era lo que me estaba ocurriendo a mí. Se lo comenté a Uanjao y me dijo, haciendo una leve reverencia, que esa noche sería para él un honor que compartiera su mesa, su familia y su casa en Neijiang. Luego me enteraría, tal y como de tantas otras cosas, que me habían ofrecido lo máximo que un chino puede ofrecer a un quei lou6. Así que por vez primera desde que estaba en Zigong, me dispuse a salir de la fábrica, e introducirme de verdad en la verdadera China. Al anochecer salimos del hotel y atravesamos Zigong. La verdad es que pude observar “papanoeles” en las puertas de algunos centros comerciales, MacDonalds y tiendas de Dolce e Gabbana, o Zara, señal evidente del gran avance que estaba experimentando China occidentalizándose a pasos agigantados. Desembocamos a una carretera y nos dirigimos a Neijiang, a unos 40 km. al NE por una serpenteante ruta atravesando una escarpada cordillera, destellando a la luz del sol cayendo por el oeste. El paisaje era agreste, muy típico de la región de Sichuan. Accedimos a la ciudad ya casi de noche y me pareció poco atractiva. Atravesamos enormes avenidas y llegamos a la casa, cerca del río Win Jiang, encauzado para prevenir las terribles inundaciones, que había llegado a provocar miles de muertos, de años anteriores. En la casa, un pequeño apartamento y desde el que se observa la mansedumbre del río, vive Uanjao con su esposa y un crío pequeño. El abuelo, al parecer dormía en una estancia anexa. En total aquel minúsculo apartamento no tendría más de treinta metros cuadrados. Bueno, pues primera metedura de pata: no se me ocurrió llevar un pequeño regalo, algo imprescindible e ineludible en las costumbres chinas. La esposa –Li Ling, una preciosa chavala con el cabello recogido y la piel anacarada sin una sola mácula, y un suave maquillaje, aunque me quedé con las ganas de enterarme del color de sus ojos– me recibió con sus mejores galas. Eso sí, yo iba arreglado con mi mejor traje pues Carmen se empeñó, como si presintiera algo, en ponérmelo en la maleta. Pasé la velada con ellos y, si he de decir la verdad, es algo que nunca se me olvidará, me invitaron a cenar un menú típicamente chino, con el ceremonial y la duración debidos. Me hicieron descalzar y me senté a una mesa como nunca había visto en mi vida, y como el pueblo chino trata a sus invitados. Aquella noche recibí una serie de lecciones sobre China, su pueblo y sus costumbres que jamás olvidaré... Cenamos pescado, creo que se trataba de carpa, así como una especie de carne, si no recuerdo mal de oso y para finalizar queso de soja7. Todo muy especiado y picante como es típico en Sichuan. Para beber me pusieron baijiu, un licor exquisito de una gran graduación alcohólica. Durante la cena, Li Ling permaneció en silencio, y sólo cuando me preguntaron sobre España y sus costumbres, ella se permitió participar en la conversación. El licor y la comida ayudaron a que el ambiente se distendiera e incluso Uanjao le contó a su esposa cómo había sufrido un incidente durante la manipulación del cloro, exculpándome y pensando para mis adentros que la rapidez con la que actué suministrándole una tableta de codeína había ayudado a que el percance no pasara de eso. Al acabar la cena, cerca de la medianoche, muy tarde para sus costumbres, se me ocurrió decir que a aquellas horas estarían en mi país, en mi casa, en mi familia, preparando la cena más familiar del año. Que era la fiesta más importante de la cristiandad cuando se celebra el nacimiento del Hijo de Dios. Ellos me escucharon con atención pues a pesar de tener ciertas referencias, la verdad es que no conocían mucho sobre el tema y así, les expliqué que había nacido en una gruta de Belén, que había sido un revolucionario, renovador de las antiguas tradiciones judías, que había sellado una nueva Alianza, y que por defender sus ideas de amor al prójimo dio su vida muriendo en la Cruz. Y que desde entonces su evangelio, su mensaje, había calado muy hondo en el corazón de millones de creyentes a través de los siglos y a lo largo y ancho del mundo. No soy muy creyente, y jamás se me hubiera ocurrido meterme en camisas de once varas explicando el sentido cristiano, pero en aquellos momentos sentí una ola de sincera emoción que había surgido de lo más profundo de mi ser. Allí intuí que no habría nadie en el mundo que sintiera como yo los momentos que se estaban conmemorando en el mundo cristiano. Como si el milagro que se había producido dos mil y tres años atrás lo estuviera reviviendo realmente. Los anfitriones me escucharon atentamente y los vi cómo me hacían una ligera inclinación de cabeza, intuyendo que había estado inmerso en una especie de misticismo, como así había sido. A pesar de mis simpatías judías, no podía dejar de reconocer que mis tradiciones infantiles eran una sucesión de imágenes navideñas en lo más profundo de la judería de Hervás, el pueblo que me había visto nacer, de las callejuelas que había recorrido hoyando la reciente y crujiente nieve caída, llamando a puertas en busca de calor y de deseos de felicidad. Ahora reconozco que fue producto de la mezcla de emociones: Navidad, a miles de kilómetros de mi mundo, en el centro de un inmenso país, absolutamente relajado, en parte motivado a los vapores del baijiu, pero sobre todo a la emoción que me embargaba, tanto que acabé –y esto es un secreto que he guardado hasta ahora– cantando por lo “bajini” un villancico que mis anfitriones escucharon con cara de sorpresa. Yo sabía que Carmen y los niños estarían a aquellas horas comenzando a cenar, a buen seguro echándome de menos, y aquel joven matrimonio, algo de lo que le quedaré eternamente agradecido, me mostró el centro sacrosanto de sus vidas, y me confesaron que ellos practicaban la religión taoista, de la que yo apenas había oído hablar, y en aquel momento me explicaron el núcleo de sus creencias, de su religión y de las divinidades que influyen en ella, y de los diversos dioses que convergen en cada una de las etapas de la vida del hombre, y de cómo consideran todo fruto de un mismo todo: con su anverso y su reverso no contrarios, sino complementarios; de cómo la luz es otra parte de la oscuridad; de cómo el bien complementa al mal; la luz a la sombra; y la vida a la muer- 6 Extranjero, en tono despectivo 7 El único suplicio auténticamente chino del que no pude librarme durante mi estancia fue el uso de los palillos para comer. No vi un solo tenedor, y para solucionarlo tuve la idea de unir cuatro palillos para hacer una especie de cuchara. Informe sobre un viaje de trabajo (en Navidad 03) José A. Bejarano 4 te como un círculo que se cierra. Pero sobre todo cómo sus vidas están regidas por el más perfecto sincronismo, y cada uno de los actos cuidando el ceremonial, sobre todo en la casa. Y por fin, de cómo su religión se rige por los diez puntos esenciales siguiendo el Camino, la Norma, que es lo que significa TAO, en la búsqueda de un modo de vida sencillo, en armonía con la Naturaleza. Por un momento Uanjao me dejó entrever la gran confusión que sentía, cercana a la esquizofrenia, de profesar unas creencias que valoraban el equilibrio de la Naturaleza con un trabajo que no cuadraba precisamente con el entorno natural como era un gran complejo industrial donde se fabrican grandes cantidades de productos químicos, con la correspondiente contaminación. Yo traté de desvanecer sus dudas aludiendo al gran beneficio que los productos químicos revierten en la sociedad. –Tal como me has indicado –me atreví a decir mirándolos a los dos– en los textos sagrados de vuestra Norma taoista lo bello requiere de lo feo, el bien implica el mal, el ser y el no ser se originan el uno del otro. Quizá ahí tengas una respuesta, el ying y el yang. Él se me quedó mirando, esbozando una leve sonrisa. Pensé que nunca resolvería su discrepancia mental, pero sabría, qué duda cabe, vivir con ella. Sólo me quedó aludir a un “el fin justifica los medios”, pero me callé. –El Tao, la Norma, da a todos y no quita a nadie... Lo tendré en cuenta. Y desde ahora, amigo Bejarano, te pido humildemente, en mi casa, ser considerado como tu joven amigo: así quiero que me consideres para siempre. Llámame Xiao Hao8. Para mí, tú ya eres Ruòsè910. Esa noche me ofrecieron la habitación mejor de la casa, situada en la dirección óptima para que mi estancia fuera fuente de energía positiva. Me despedí dejando un trozo de mi corazón en aquella casa y llevándome un poco más de sabiduría, no sin antes, torpemente, desearles feliz Navidad en su idioma, que me enseñaron en aquel mismo momento: “Kung His Hsin Nien”. Al día siguiente, y de acuerdo con la Compañía conseguí tener dos días libres para visitar algunas de las atracciones turísticas de la provincia de Sichuan. Uanjao me llevó a visitar la reserva de pandas. Recorrimos Chengdu, la capital de la enorme provincia, donde asistí a uno de los más bellos espectáculos que nunca haya visto jamás: una sesión de ópera china –La leyenda de la serpiente blanca–, donde se entremezclaban la literatura, la música y el teatro. También asistí a un espectáculo de danzas de mujeres miao11, y probé hasta acabar un poco achispado, el vino de arroz que me ofrecían a cada momento, sabiendo el efecto que normalmente produce en los quei lou como yo. De vuelta en mi hotel, procedí a redactar el presente informe del viaje y el certificado del análisis del cloro, no sin antes girar una breve visita al Museo de la Sal y Aguas Salobres de Chengdu que me aportó información inédita de mi especialidad. En aquel momento sentí, al escribir mis impresiones y el resultado técnico, cómo me había sentido de estresado, consciente de la gran responsabilidad que había asumido al aceptar el encargo que estaba a punto de concluir con éxito: recordé, como en una secuencia, toda mi vida, desde el momento que mis padres eligieron para mí la especialidad que aprendí en la inolvidable Universidad Laboral de Sevilla y que puso en mis manos los primeros rudimentos técnicos, nunca mejor dicho, para realizar lo que estaba haciendo. Recordé por tanto a mis compañeros de “la Uni”, con los que compartí tantas horas de ensayos químicos y que me ayudaron a que yo pudiera saborear por unos instantes, tan lejos, las mieles del triunfo y del reconocimiento. ¿Qué sería de ellos? ¿Dónde estarían? Miguel, Fernando, Josemanuel, Profesor Cota y mis maestros de laboratorio de los que en aquellos momentos me resultó imposible recordar sus nombres... Nunca los olvidaría aunque el tiempo fuese diluyendo los recuerdos y convirtiéndolos al color sepia de las fotos ajadas por el paso de los años. Redacté el boletín de resultados12. En el comentario técnico dejé patente mi preocupación, aludiendo a la exagerada concentración de metales pesados –mercurio y plomo– pues no quería obviar que buena parte del cloro producido serviría para potabilizar el agua sobrante de la Represa de las Tres Gargantas, en el río Yangtzé, que daría de beber a casi cien millones de personas.13 El último día, 27 de diciembre, asistí a una ceremonia trimestral donde se proclamó a los Empleados Eficientes. Cuál no sería mi sorpresa cuando me reclamaron y me hicieron entrega de un documento que más tarde, ya en casa, traduciría. Unos tímidos pero calurosos aplausos sonaron en mis oídos y en ese momento tuve un recuerdo para mis compañeros de laboratorio en QIA –muy especial para los que se alegraron sincera- 8 "Xiao" (joven) seguido del nombre significa señal de confianza, afecto y amistad. 9José, en putonghua (chino común). 11 El Miao es un gran grupo de minorías del sudoeste de China cuya cultura es diferente de la población china principal. 12Certificado ISO de análisis de cumplimiento de QIASA, firmado por mí mismo: Bromo 6 ppm Tricloruro de amonio 5 ppm Humedad 41 ppm Residuos 22 ppm Mercurio 70 ppb (confirmado) Plomo 9 ppb Concentración de cloro v.v. 99’4% 13 Casi me desmayo al conocer dicha circunstancia. Pero hubiera dado cualquier cosa por haber podido visitar la titánica presa aún inacabada. Informe sobre un viaje de trabajo (en Navidad 03) José A. Bejarano 5 mente (Vicente y Matías), e igualmente para los que no tanto (Juanra y Sanmartín)– y un pensamiento de agradecimiento a mi encargado que fue quien me señaló para llevar a cabo el delicado trabajo después de años y años de sinsabores, dejándome la piel en el esfuerzo de poner en marcha el método analítico. También –espero que no suene a peloteo– un recuerdo al Jefe del servicio medioambiental que me eligió y que se llevó las manos a la cabeza al ver el resultado del mercurio detectado en el cloro, y finalmente al Sr. Director que dio el visto bueno a la designación. FIN DEL TEXTO DEL MENSAJE EPÍLOGO Por fin llegó la despedida –formalidad oriental con los directivos y muy efusiva con mi amigo Xao Wang Hao14– y desde el aeropuerto Chengdushuang Liu, tomé un vuelo de la AirManchuria vía Milán-Malpensa. Fue un largo viaje, con ganas de abrazar a mi esposa e hijos, David, Rocío y Marta (me acordé de comprar en el mismo aeropuerto un bolso Louis Vuitton, un zoom fotográfico, un yinyang y un peluche de oso panda como regalos respectivos, aunque por el precio me parece que eran verdaderamente chinos-chinos) pero recordando las cosas que me habían sucedido, a la gente tan diversa que había conocido, a los técnicos y analistas a los que había trasmitido mis conocimientos técnicos, pero de los que tanto había aprendido, y en fin, de haber sido consciente de que el mundo, a pesar de los medios de comunicación, los vuelos, el Internet, los móviles y todo los demás, es aún muy grande y que existen innumerables lugares, paisajes y monumentos, pero sobre todo personas que en la medida de cada uno ayudan a que el mundo sea como es, con sus virtudes y sus defectos, que en gran medida la degradación del entorno es responsabilidad de quien lo habita con la capacidad y la responsabilidad de respetarlo. Desde la ventanilla del avión, sobrevolando la “innombrable” tierra sagrada del Tibet, las inmensas cumbres del Himalaya, pude apreciar la magnificencia del Ser, del Creador, del Señor de todas las cosas. De los campos y las ciudades, así como de los ríos sagrados de la India, y de los picos más altos de la tierra cubiertos de nieves perpetuas, de las llanuras del Pakistán y Afganistán, de las tierras tártaras, del mar Caspio y de las montañas de Persia. Y de Turquía y la Anatolia. Y por fin, de Europa. El mundo, concluí, es extraño, asombroso, generoso, enigmático, a veces iracundo y terrible, misterioso e insondable, maravilloso en suma... Me reincorporé al trabajo el lunes 5 de enero de 2004, aunque a fuer de ser sincero mi llegada pasó completamente “inadvertida”, incluso para mis compañeros15: los Reyes no me habían dejado absolutamente nada. Aunque Carmen, mi esposa, mi compañera hasta la muerte, me esperaba con ganas de escuchar mi aventura china. Sabía de sobra que algún día la daría a conocer. Y aquí está, sobre todo, para ella. La rutina, casi cuatro años después, se ha vuelto a apoderar de mi existencia. China, empero, permanece en mi mente de forma obsesiva. Siento su llamada. Carmen lo sabe de sobra. Cuando traduje el pliego en papiro que me entregaron en la fábrica china –con la ayuda del camarero del restaurante de la esquina Gran Muralla– y que conservo orgullosamente enmarcado en el salón de mi casa, al fin me enteré de su contenido: En nombre del pueblo. Amigo del pueblo. Mr. Bejarano Jose No dejes que crezca la hierba en el camino que hay entre tu casa y la de tus amigos Año 4701 Elemento, Agua. Signo, Cabra Zigong China República Popular (*) ARCHIVO ADJUNTO. Sr. Director de Química Industrial Andaluza: le pido disculpas por haber convertido lo que debiera haber sido un frío, aséptico y concreto Informe sobre la puesta en marcha de planta de cloro en China (determinación analítica de cloro líquido) en una crónica o presunto relato. Nada más lejos de mi intención que hacer alardes de dotes literarias. En todo caso he pretendido que la media docena de resultados analíticos, sobre el cloro producido por los chinos, haya sido sólo un compendio del periodo que trascurrió desde mi llegada a China hasta mi regreso a Huelva, cargado de experiencias laborales y vivencias extralaborales prefiriendo trasladárselas a su consideración. Con su permiso me reservo el Diploma recibido que considero, con todo orgullo, de mi exclusiva propiedad. 14 Me proporcionó su e-mail: en vano mis intentos de comunicarme. wanghao@yahoo.cn 15 Algunos de ellos ni se interesaron, siquiera por puro compromiso, percibiendo en ellos cierto tacto mucilaginoso parecido a la envidia. La vida es dura.

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