20.8.09

Joseantonio en China(7). La República Popular a través del cm2 del visor de mi cámara. Shanghai

7º día
26 de julio, domingo

Lou, mediana edad, sonrisa permanente, risueña, y siempre dispuesta a ayudar e informar. Preocupada para que todo funcione a las mil maravillas. Me emociona cuando narra las vicisitudes de su propia vida en la oscura etapa de los años cincuenta y sesenta en plena Marcha y Revolución Cultural, cuando la libertad, escondida tras su franca mirada, era un bien tan escaso como anhelado. Su estancia durante décadas allá en Manchuria, en las estepas de las fronteras remotas del norte, entre Mongolia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cercano al infierno del Desierto de Gobi donde los inviernos que pasó en el campo, trabajando en la comuna, eran eternos tal y como el amor que sintió por su prometido, a espaldas de los comisarios políticos de la época. Los ojos de Lou brillan, y me mira mientras la observo al través -sí, al través- de la panorámica del cm. cuadrado del visor de mi cámara, y ella se da cuenta, y duda un poco, entre continuar con su historia o anunciar que me lleva a los jardines Yuyuan, en pleno centro del megaShanghai, a un remanso de paz y belleza inigualable donde la piedra, el agua, al árbol milenario, y la esquina de un templo forman un cuadro digno de la visión del mismísimo último emperador de los Ming con el privilegio de la absoluta y exclusiva contemplación de la Belleza. Las carpas, por centenares, luchan por atrapar algo de alimento, peleando por sacar sus bocas y agallas fuera del agua, mientras Lou, en medio del círculo de sus turistas, va desgranando la tragedia de su vida,de cómo fue manipulada y alienada; y dirigida para que estudiara uno de los idiomas que el Partido había elegido a fin de formar a los jóvenes guardias rojos de la Revolución. El español fue la lengua que eligieron para ella, así como la huida hacia el futuro incierto, en un tren durante jornadas, hasta llegar a la capital, dejando atrás lo más preciado que poseía: su familia y su prometido. Años de Universidad, de clases de español, las prácticas, el Libro Rojo y las paradas cívico militares en las explanadas inmisericordes, infinitas, inhóspitas de Tian-anmen, cubiertas por las masas de estudiantes, campesinos y obreros, junto a los guardias revolucionarios ante las tribunas de los cuadros del partido y el Ejercito. Blandiendo, al unísono, el Libro de Citas. Tian-anmen. Coros de consignas anticapitalistas y antiimperialistas. Lou es, ahora, la faz de la felicidad. Está conforme, y contenta con su destino. El español fue la lengua que le ayudó a comprender y a amar a un pueblo como el nuestro. Hasta dice "putón" arrancando carcajadas.
En el interior del Jardín Yuyuan
el rumor del agua corriendo por arroyuelos y el murmullo de las hojas de árboles milenarios mecidas por el suave sonido de la brisa, ayudan a asumir el sórdido y triste mensaje que emana de las palabras en el fluido español de Lou: frustraciones, frío, hambre, lucha por el futuro y renuncia a proyectos personales; recomendaciones de funcionarios de segundo nivel de los cuadros del partido dirigiendo la vida de las personas. Lou, en Shanghai, es al fin dueña y señora de su destino. Lou, nuestra guía local, sonríe al contar que tiene un hijo, el-hijo-único-por-decreto que ya le ha dado un nieto (el-nieto-único-por-decreto).
Lou me da permiso para recorrer el barrio aledaño a Yuyuan, en un itinerario parecido al Rastro madrileño en mañana dominguera. Puestos de flores, de frutas, de juguetes, de comida, chamarilerías, inventos inexplicables, juguetes infantiles, alimentos extraños de puestos callejeros. Y Sofía y Olalla
que, al fin, encuentran a un chino que se deja engañar. Y Sofía que se vacía, y saca a relucir sus mejores armas de seducción y acorrala, acosa, seduce, se insinúa, amenaza incluso, y se enoja hasta que el chino aquel se rinde a la evidencia de que aquella “queilu” ha logrado acabar con su paciencia, doblegándos a la elocuencia de aquel par de imitadoras/seguidoras de Marco Polo. Al fin, consiguen para mi un genuino reloj casi regalado, pues el mercader chino, un jovencito con "cara de karateca", se rinde.
Ya tengo mi Bvlgari que siempre miraré y recordaré con enorme cariño porque fue comprado, arrancado más bien, a la sombra de los Jardines de las Flores de Loto.
Lou rememora, mientras vigila mis movimientos al través de su franca mirada, sabedora de ser espiada -por mi-, que ella también debió organizar su vida en Shanghai hasta que tuvo a su lado a su marido, retenido en las estepas de Manchuria, cerca de la frontera con Mongolia, al contrario que el jardinero de Yuyuan quien diseñó, siglos atrás, el conjunto para que sus padres, de este, tuvieran un atisbo de paraíso imperial, a la medida de los diseñados en la Ciudad Prohibida.

Por la tarde me dejan en la calle Nanjing para provocar mi ansia consumista en los cuatro kilómetros de largo de su pasaje comercial. Busco cajeros y algunos se niegan a entregar los yuanes, pero al final no se resisten a llegar a mis manos, de Carmen, para contento de los insaciables mercaderes chinos.

Al atardecer, Lou me muestra orgullosa la consecuencia visible de millones de vidas como la suya en los oscuros años maoístas y posmaoístas y me invita a pasear por el río Huangpu admirándome y asombrándome de los enormes y ciclópeos rascacielos donde se está fraguando el futuro financiero del mundo bajo la sempiterna mirada vigilante del PCCh. Fotos, fotos y más fotos a bordo de un barco, rodeado de chavales con los que me fotografío. Y es que les encanta posar junto a los guiris extranjeros como yo.
El dia acaba en otro restaurante con más cena china, de la que me encuentro algo harto. Pero es lo que hay y no esperaba otra cosa. Por la noche paseo por el Barrio francés y veo que está lleno de terrazas y parejas tomando cerveza, e incluso gintonic. Me entra la nostalgia, pero lo curo yéndome a dormir.

Buenas noches.

3 comentarios:

  1. Hay que ver...
    horas estrujándome para escribir, y nadie me deja un mísero comentario, aunque sea para ponerme verde...
    Venga, ánimo, y déjame tu opinión!!!

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  2. Jose como siempre fiel a la lectura, bueno lo aquella esquinita del regateo fue importante... sangre y mucho mucho sudor nos costaron los relojitos porque hasta Carmen alcanzó. Como siempre magnifico el relato. Bstos

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  3. Gracias, Olalla. Sé el trabajo que os costó, y por eso aún lo luzco en mi muñeca. Algún día deberé dejarlo descansar, pero procuraré que no pierda el maravilloso aroma que dejásteis, imperecedero, en mi Bvlgari. Cierto...

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